Un conmovedor retrato del profundo sur:
O Brother! Where Art Thou?,
de Joel y Ethan Coen

Cartel de la películaLos hermanos Coen acaban de estrenar en los cines españoles la que para mí es su mejor película hasta el momento, incluso por encima de títulos tan extraordinarios como Muerte entre las flores y Fargo1. En este divertidísimo filme —un ejemplo elocuente de que para lograr un cine hondo y sincero no hace falta caer en la solemnidad pretenciosa— Joen y Ethan Coen han sabido mantener muchas de sus constantes temáticas y formales —el retrato de la Norteamérica profunda, la preocupación por los personajes y por el paisaje, la atención al detalle descriptivo, la fidelidad a sus actores “fetiche”—, aquí iluminadas y ennoblecidas por una serenidad y una amplitud de miras que sólo es patrimonio de los clásicos.

Por otra parte, hay que destacar el hecho de que O Brother! es una película singular en la filmografía de los Coen. En primer lugar, porque la presencia en el reparto de un actor como George Clooney aproxima la trayectoria de estos dos hermanos al territorio del star-system del cine norteamericano contemporáneo, respecto al cual se habían mantenido hasta la fecha relativamente alejados. En segundo lugar, porque los Coen jamás habían otorgado a la música un papel tan relevante en la trama, hasta el punto de que la película puede muy bien ser considerada como un musical moderno. En tercer lugar, —y esto ha sido destacado hasta la saciedad, aunque yo creo que no es la característica más relevante, ni mucho menos— porque la película supone la traslación a la gran pantalla de un clásico de la literatura universal como La Odisea de Homero (en una adaptación muy sui generis, por cierto). Finalmente, porque la película abandona —habrá que ver si definitivamente— la tendencia a la representación hiperrealista de la violencia, que era uno de los rasgos característicos de la filmografía de estos dos autores2.

Comencemos, pues, por hacer algunas consideraciones sobre el reparto de la película, en el que destaca la presencia de George Clooney, para muchos (y sobre todo para muchas) el galán más seductor del cine norteamericano actual. Al principio me sorprendió encontrar al astro de Kentucky en la película de unos creadores que habitualmente prefieren trabajar con actores —Frances McDormand, John Turturro, John Goodman, Gabriel Byrne, Holly Hunter, Steve Buscemi, Jeff Bridges...)— más bien alejados de las primeras posiciones del escalafón hollywoodiense. Por otra parte, hasta el momento de ver O brother!, no tenía una excesiva confianza en Clooney, un actor que casi siempre me ha parecido algo limitado y con una inevitable tendencia a representarse más a sí mismo que a los personajes que le toca encarnar. Sin embargo, he de admitir que a la vista de los resultados, la elección de Clooney es del todo plausible, pues el protagonista está realmente espléndido en su papel del prófugo Everett Ulysses McGill. Su representación de un galán venido a menos, obsesionado con la corrección del lenguaje y la perfección de su peinado, embaucador charlatán y tramposo, pero al mismo tiempo hombre de un insobornable optimismo y devoto padre de familia, alcanza una dimensión autoparódica plena de humor y humanidad y por ello muy convincente. Si a su lado cuenta con dos actores tan completos como John Turturro (uno de los intérpretes habituales de los Coen, a cuyas órdenes ya había trabajado en Muerte entre las flores, Barton Fink y El gran Lebowsky) y, sobre todo, ese gran descubrimiento que para muchos espectadores ha sido Tim Blake Nelson, en su papel del patético y entrañable retrasado Delmar O'Donnel, el resultado no puede ser otro que una magnífica película de personajes.

Y es que Clooney, Turturro o Nelson no son los únicos que impresionan al espectador con actuaciones dignas de aplauso. Aquí aparece también ese tremendo actor (¡en todos los sentidos de la palabra!) que es John Goodman (otro actor predilecto de los Coen), cuya breve intervención en el papel de un tuerto cínico y estafador que destroza los sueños de los tres prófugos —un guiño intertextual al cíclope del poema homérico—, nos gustaría que fuese mucho más larga; o un Charles Durning (el gobernador del estado de Mississippi Pappy O'Daniel) que demuestra una vez más su frescura y convicción a la hora de encarnar a secundarios inolvidables; o una Holly Hunter (la esposa abandonada de Everett McGill) capaz de proporcionar a su diminuto físico una combinación inimitable de candidez y reciedumbre de carácter.

Ahora bien, los actores sólo pueden expresar adecuadamente su talento cuando existe un guión que sienta las bases para ello. Y justamente en este aspecto reside uno de los más indiscutibles méritos de la película, en la habilidad de ese magnífico guionista que es Ethan Coen para inundar el filme con una amplísima galería de tipos humanos que representan todos los ámbitos del profundo sur de los años de la Depresión, aquí retratado con una muy personal combinación de realismo, ácida ironía y ternura no del todo exenta de sentimentalismo. Será difícil que el espectador olvide esa fauna humana que pulula a lo largo del metraje: el trabajador de ferrocarril negro que profetiza el futuro a los tres prófugos, el atracador de bancos ciclotímico, el niño que conduce el coche de su padre con alzas de madera en los zapatos, el director de emisora radiofónica ciego, los silenciosos y solemnes fieles de la congregación baptista, el grotesco candidato a gobernador y partidario del Klu-Klux-Klan, el bluesman negro dispuesto a vender su alma al diablo, el implacable sheriff que persigue a los tres protagonistas, el prometido de la esposa de Everett, un rígido petimetre pero a la vez hábil pugilista... Ningún seguidor de la filmografía de los Coen puede verse sorprendido por tal abundancia creadora, característica de toda su trayectoria, pero tal vez sí por la amplitud de la mirada con la que en la película retrata a los personajes. Pues, en efecto, O brother! supera y desborda esa peculiar preferencia de anteriores filmes, un tanto “gamberra”, por los personajes estrambóticos, extravagantes y hasta esperpénticos (recordemos, a este respecto, títulos como Arizona baby o Barton Fink) y en cambio adopta un enfoque que, sin abandonar del todo el chafarrinón grotesco, es capaz de encontrar para cada personaje su razón, su justificación y su verdad3.

En el conjunto de esta auténtica comedia humana, los Coen reservan un espacio singular para los hombres que viven sin ley o al margen de la ley, para los perseguidos por la autoridad y las víctimas de la injusticia. Su retrato de los caminos, los campos, los pantanos y las pequeñas ciudades del estado de Mississippi puede interpretarse como una vigorosa fábula moral, como un canto a la virtud de los sencillos y una acerba crítica de los poderosos y de los fatuos, en línea con planteamientos que ya habíamos visto en Fargo, Arizona baby o incluso Muerte entre las flores4. Algo hay en esta historia de seres maltratados por la vida, que finalmente son bendecidos por la fortuna de un modo completamente inesperado, que aproxima la película a la literatura picaresca, una picaresca nada cínica y desengañada, sino llena de compasión y ternura.

George Clooney, uno de los "Soggy Bottom Boys"Esta mirada humanista tiene mucho que ver con la presencia arrolladora del sentido del humor, que en O brother! comprende expresiones muy variadas: desde gags evidentes y risueños que beben de la tradición del cine mudo (recordemos el cómico intento frustrado de los presos por subirse a un tren, al principio de la película), hasta expresiones delicadísimas que se transmiten a través de un silencioso juego de miradas (¡qué sutil, por ejemplo, el plano en el que la mujer de Everett McGill descubre asombrada que su marido es uno de los tres Soggy Bottom Boys!, cantantes famosos en todo el estado pero de identidad desonocida). Pero es que, además, toda la peripecia de los tres fugados, desde la profecía inicial que oyen de labios del trabajador negro hasta el sorprendente final, está determinada por el humor; en efecto, sobre los tres protagonistas gravita el destino ineluctable de esa profecía, la cual, a diferencia de lo que ocurre en la tragedia, tiene un sentido positivo, optimista y reintegrador. Tal circunstancia permite que los episodios de violencia, tan característicos del cine de los Coen, cobren un sentido humorístico, casi siempre paródico (la secuencia que describe el ritual nocturno del Klu-Klux-Klan es un originalísimo ejemplo), que atempera su dramatismo y crueldad. Por otro lado, el carácter polifónico del guión, en el que se combinan con naturalidad chispeante los registros literarios y la captación del habla popular, proporciona al conjunto de la película una vitalidad que consigue imponerse a cualquier atisbo dramático.

El carácter vitalista de la película nos recuerda la entonación característica del musical, género con el cual mantiene, como ya hemos señalado al principio de esta reseña, semejanzas muy evidentes. La banda sonora abunda en números que recuperan el sabor del folk americano de los años treinta; es cierto que no todos tienen el alto nivel de integración en la trama que es propio del auténtico musical, pero algunos son rigurosamente imprescindibles, comenzando por ese delicioso y emocionante tema que es I Am A Man Of Constant Sorrow, interpretado en dos momentos clave del argumento por los tres fugados, a los que una humorística fortuna convierte en insospechados cantantes de éxito5. Las semejanzas con el musical se producen también por la abundancia de secuencias coreográficas, de entre las cuales quisiera destacar cuatro que me han parecido de especial belleza: en primer lugar, la del principio de la película, con unos planos de travelling aéreo en los que la cámara vuela sobre las cabezas de los prisioneros negros que pican piedra mientras entonan un estremecedor espiritual; a continuación, el desfile nocturno de las hordas del Klu-Klux-Klan, cuya precisión hierática nos trae a la memoria los movimientos de las legiones romanas; en tercer lugar, la quizás excesivamente valorada secuencia de las “sirenas” del río, protagonistas de un lánguido y sensual ballet; y, finalmente, la escena del bautismo comunitario, casi silenciosa en muchos planos y, sin embargo, dotada de una solemne música interior.

La mención de la ceremonia baptista, con su río de aguas fangosas y lentas, nos permite aproximarnos a otro aspecto de la película que impresiona profundamente al espectador. Me refiero al emocionante retrato de los paisajes del estado de Mississippi, captados en el esplendor de unos tonos amarillos que conceden a las imágenes de cultivos, ríos, pantanos y estrechas carreteras rurales un tono cálido e intimista que a veces parece casi primigenio, paradisíaco, incluso onírico, y que en otras ocasiones trae a nuestra memoria el recuerdo de esas inolvidables imágenes de la América rural inmortalizadas por el pincel costumbrista y benévolo de Norman Rockwell. Y aunque el tono y la intención del retrato sea muy distinto de los que emplearon en películas anteriores, no podemos olvidar que los autores de esta sensible mirada sobre la Norteamérica sureña son los mismos de Arizona baby o Fargo, descubridores para el gran público de una geografía tan hermosa como poco habitual en el cine hollywoodense de los últimos años.

En resumen: según mi modesta opinión, O brother! constituye un rotundo paso adelante en la filmografía de los Coen. Creo que ésta es una película imprescindible que sitúa a los espectadores dentro de la mejor tradición del cine norteamericano. Los hermanos Coen alcanzan con ella un clasicismo, una mirada comprensiva y humana que no excluye, porque las integra dentro de su amplitud, las aristas más amargas y crueles de la realidad. Es, creo yo, un planteamiento no demasiado diferente del que caracteriza a algunos de los grandes filmes de Frank Capra o John Ford sobre los terribles años de la Depresión; el hecho de que podamos asociar el recuerdo de estos indiscutibles maestros a esta adaptación del clásico homérico es, probablemente, el mejor elogio posible de la película de Joel y Ethan Coen.

 

Notas

1. Hasta el momento, la filmografía de los Coen comprende los siguientes títulos: Sangre fácil (1984), Arizona baby (1987), Muerte entre las flores (1990), Barton Fink (1991), El gran salto (1994), Fargo (1996), El gran Lebowsky (1998) y O brother! (2000). No he visto El gran Lebowsky, y sólo parcialmente Sangre fácil, pero no me parece, a juzgar por mi propio conocimiento del cine de los Coen y por las críticas que he tenido oportunidad de leer a propósito de O brother!, que mi opinión esté muy desencaminada. «

2. Como es bien conocido, los dos hermanos se reparten las tareas a la hora de enfrentar sus nuevos proyectos: Joel dirige y Ethan es el autor de los guiones. No obstante, el sello de sus filmes es tan distintivo que bien puede hablarse en cada una de sus películas de una autoría conjunta. «

3. Hay una secuencia que me parece muy característica a este respecto, y que se produce cuando el dueño de la casa en la que se refugian los fugados los entrega a las autoridades, no sin antes invitarles a un sabroso estofado elaborado con la carne del caballo que pocos días antes ha sacrificado. Ante la acusación de traición que los tres prófugos le lanzan, él se defiende diciendo algo así como “que tenía que velar por sus intereses”. A pesar del dramatismo del episodio, la excusa de este pobre hombre es tan humana y creíble que al espectador no le queda otra opción que perdonar su felonía. «

4. Los Coen consiguen que el espectador se identifique con los tres protagonistas de la película dotándoles de una humanidad que les hace entrañables, pero que siempre se mantiene en un plano de ecuanimidad que impide que la película caiga en la sensiblería. Hay una secuencia maravillosa en la que uno de ellos, muerto de hambre, roba una tarta del alféizar de la ventana donde estaba enfriándose, y pícaramente deja un billete para reponer su latrocinio, en un gesto conmovedor que el director narra con una serenidad elegantísima. «

5. Por lo que he leído en la web dedicada a la banda sonora de la película, ni Clooney ni los otros dos co-protagonistas interpretan el tema con sus propias voces, pero el playback resultante no sólo es convincente desde el punto de vista musical (con una perfecta sincronización de las voces), sino también conmovedor y divertido. «

 

Para saber más

O brother! necesita de abundante información para captar todos los sentidos, los matices y las abundantísimas referencias que atesora. Esos datos pueden conseguirse en algunas de las webs que señalo a continuación:

  • Sede oficial de O brother! Aunque la navegación por esta web sea algo costosa, en razón del empleo intensivo de animaciones en Flash, la calidad y originalidad del diseño bien merecen el esfuerzo y el tiempo. Hay que destacar la elegantísima interfaz de navegación, y la riqueza del material gráfico (las fotos que ilustran esta reseña han sido extraídas de esta web).
  • O Brother! Soundtrack. Una muy hermosa sede, íntegramente dedicada a la banda sonora de la película, con fragmentos representativos de cada una de sus diecinueve pistas.
  • Reseñas de O Brother! en La Butaca. Un recorrido por esta extensa sede web (toda ella en castellano) no puede faltar en la agenda de los aficionados al cine, la literatura y sus relaciones mutuas.
  • The Joel and Ethan Coen Homepage. Imprescindible para un conocimiento detallado de la filmografía de estos modernos Lumière. 
  • George Clooney. The Clooney Experience. Una web que agradecerán los muchos mitómanos y mitómanas enamorados del actor norteamericano.

Eduardo-Martín Larequi García

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Última actualización de la página: 6-12-2005

 

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