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Jovencitos
y señoritas sobre fondo gris:
Besos para todos, de Jaime Chávarri
Quiero
comenzar esta reseña con un aclaración: no conozco demasiado
bien la obra cinematográfica de Jaime Chávarri (Madrid,
1943), a pesar de que sus comienzos como cineasta datan de los primeros
años setenta y de que es autor de una ya nutrida filmografía.
Sólo recuerdo haber visto tres o cuatro cintas suyas —El
desencanto (1976), Las bicicletas son para el verano (1983),
Tierno verano de lujurias y azoteas (1992) y Las cosas del querer
(1989)—, a las que debo añadir ahora Besos para todos,
que desde todos los puntos de vista me parece una magnífica película.
Magnífica, en primer lugar, por la capacidad del director para
expresar sobre la pantalla, y además de forma convincente y hasta
contagiosa, la alegría, el optimismo y las ganas de vivir, que
son capaces de teñir con su brillo y luminosidad la imagen de una
época tan gris como la última década de la dictadura
franquista. Ambientada en el Cádiz de 1965, la película
cuenta la historia de tres estudiantes de Medicina que han sido obligados
por sus padres a recluirse en un chalet, como última oportunidad
para aprobar el primer curso de la carrera. Los planes de estas familias
burguesas se verán desbaratados por la fogosidad juvenil de los
chicos, que no pueden resistir la tentación que suponen las muy
descocadas coristas (en realidad, prostitutas) del cercano cabaret Pay-Pay.
La convivencia entre unos y otras hará que todos se replanteen
sus respectivos papeles y tomen conciencia de los desafíos que
les impone el ejercicio de su libertad personal.
Con las situaciones que implica este argumento Chávarri podría
haber llevado a cabo una indagación en la memoria histórica
de nuestro reciente pasado, enfoque este que no es ajeno a su producción
cinematográfica y que tiene ejemplos emblemáticos en películas
como El desencanto; sin embargo, el director ha preferido no profundizar
en la dimensión histórica o sociológica del tardofranquismo
y de la resistencia contra la dictadura (cuya presencia, no obstante,
es muy nítida a lo largo de toda la película) y centrarse
en cambio en la dimensión afectiva del relato, que se convierte
en una crónica nostálgica y agridulce, sincera y apasionada,
de la primera juventud, del descubrimiento del amor y la rebeldía.
Esa memoria gozosa de la juventud perdida (por lo que he leído,
basada en experiencias autobiográficas del director y los guionistas,
José Ángel Esteban y Carlos López) modifica intencionadamente
el retrato de las circunstancias históricas, tiñéndolas
con una mirada inesperadamente amable. Hasta los personajes que más
claramente simbolizan las fuerzas vivas del régimen franquista
están tratados desde una perspectiva más irónica
que crítica, que hace que nos resulten casi simpáticos,
o que por lo menos podamos contemplarlos de forma distanciada y comprensiva,
más como seres humanos con un lado vulnerable que como encarnación
impersonal de la dictadura: el cura es una curiosa y paradójica
mezcla entre conservadurismo y capacidad de comprensión de los
ardores juveniles; el gobernador civil (un estupendo Joaquín Climent,
sutilmente paródico) tiene un aire escéptico, como si comprendiera
lo inevitable de los cambios políticos que se aproximan, y se preocupa
más de reformar al calavera de su sobrino que de cumplir la muy
represiva legislación franquista; “el Bombilla”, por
último, un policía siniestro en la línea del matón
típico de la brigada político-social, pero con un corazón
sensible hacia una de las coristas del Pay-Pay, se deja arrastrar hacia
la violencia no tanto por sadismo o por odio hacia sus adversarios como
por los celos que provoca la relación de “su” chica con
uno de los jóvenes estudiantes de Medicina.
A
pesar de este enfoque deliberadamente alejado de la voluntad testimonial,
Chávarri no se deja atraer al precipicio de la falsificación
histórica o al edulcoramiento de la nostalgia, al que se han asomado
en fechas recientes algunos títulos ilustres1.
Su película tiene en todo momento un tono equilibrado y razonable,
al mismo tiempo alejado del sarcasmo vindicatorio y de la amnesia. Aunque
el filme no carece de ciertos defectos que impiden un resultado redondo
(a ellos me referiré más tarde), su efecto final sobre el
espectador es muy convincente, tal vez porque en todo momento respira
humor, intensidad y sinceridad en el retrato de los personajes, de sus
peripecias biográficas y de sus emociones. En este aspecto, es
evidente que el mérito corresponde no sólo al director o
a los guionistas, sino también al reparto. Dije al principio que
Besos para todos es una magnífica película, y me
atrevo a añadir que constituye un título de referencia en
la trayectoria del cine español de esta década que acaba
de comenzar, porque su reparto aprovecha con gran eficacia y verosimilitud
dramática las aportaciones de la última generación
de actores y actrices del cine español, para muchos de los cuales
—Eloy Azorín, Chusa Barbero, Iñaki Font, Roberto Hoyas,
Pilar López de Ayala— ésta es su primera intervención
de relieve en la gran pantalla.
A la categoría de los novatos no pertenece Emma Suárez
(que da vida a Vicky, la protagonista), una actriz joven pero toda una
veterana en nuestro cine, cuya belleza es objeto de una atención
muy especial por parte de la cámara, que se deleita en capturar
su atractivo y sensualidad indudables. Todas las críticas que he
leído subrayan su gran actuación, en un registro de comedia
muy alejado de sus habituales papeles dramáticos. No me atrevo
a hacer una enmienda a la totalidad de esos juicios, porque siento un
gran respeto hacia esta actriz, que siempre me ha parecido dotada de una
elegancia y serenidad muy peculiares, pero tengo la incómoda sensación
de que no encaja del todo en el personaje de la corista2.
Tampoco me acaba de convencer la actuación de Eloy Azorín,
aunque habría que apuntar en descargo de este jovencísimo
y prometedor actor el hecho de que su papel de chico serio y formal (Ramón,
el protagonista) explica hasta cierto punto su actuación un tanto
envarada. Por el contrario, la presencia de Pilar López de Ayala
en el papel de la modosita y al mismo tiempo apasionada Rocío (la
novia “oficial” de Ramón) es una de las sorpresas más
agradables que en muchos años nos ha deparado el cine español.
No me importa confesar que me he quedado prendado de esta bellísima
actriz, y desde luego no sólo por sus encantos —unas facciones
seductoras, una sonrisa luminosa, unos ojos preciosos—, sino también
por su expresividad (que incluye una sabrosísima imitación
del acento gaditano) y por la naturalidad con la que encarna ese papel
de señorita de buena familia a la que un embarazo no deseado obliga
a replantear vida y futuro. A la luz del desenlace, no me resisto a hacer
una broma: uno de los defectos más graves de la película
es que Ramón prefiera a Vicky antes que a Rocío; es imposible
que nadie pueda resistirse a la arrebatada belleza de esta muchacha de
buena familia, cuando, con el rostro encendido de pasión y la melena
al viento, le exige a su novio un beso bajo las ramas del gigantesco ficus
que sombrea el paseo marítimo de Cádiz (que los escépticos
miren la foto, si no me creen)3.
Si
Emma Suárez y Eloy Azorín resultan algo fríos para
mi gusto, no puedo decir lo mismo de los actores que representan a los
compañeros de estudio de Ramón, pues tanto Roberto Hoyas
como Iñaki Font, dos nuevos talentos de nuestro cine, hacen muy
creíbles sus respectivas creaciones de Alfonso y Nicolás,
a través de un rico repertorio de actitudes y matices, que comprenden
desde la rebeldía concienciada a la calaverada en estado puro,
a partir de los cuales se configura uno de los más gozosos, alegres
y cautivadores retratos de la amistad juvenil que nos ha ofrecido el cine
español de los últimos años4.
También me parece soberbia la actuación de la veterana Mónica
Cano (para mi gusto el mejor papel de la película), que otorga
una humanidad avasalladora a su difícil personaje de Maruja de
Montijo, la jefa de las coristas del Pay-Pay, una empresaria de variedades
despótica, cínica y aficionada a curiosas prácticas
sexuales.
No menos meritoria que la actuación del reparto es la puesta en
escena de la película, caracterizada por un rico contenido cromático
y una luminosidad espléndida. Hay pocos planos generales del paisaje
gaditano que nos permitan situar la acción en escenarios fácilmente
reconocibles, pero en todo caso su luz y color salen a raudales de la
pantalla. Es preciso insistir en que la brillantez y el cromatismo
de Besos para todos no se reducen sólo a un aspecto del
estilo, sino que tienen un significado más preciso, ya que constituyen
un contrapunto para la grisura y mediocridad del ambiente socio-político
que rodea a los jóvenes protagonistas. Parece como si el director
hubiera querido subrayar la estupidez esencial del régimen franquista
a través del contraste entre esos exteriores luminosos —la playa,
en la que transcurren algunas secuencias bellísimas que respiran
un intenso anhelo de libertad, el chalet, espacio propicio a la transgresión
de la moral tradicional, las calles de Cádiz, con sus frescos y
umbrosos rincones— y los sórdidos interiores burocráticos
en que se simboliza la dictadura: las dependencias del Gobierno Civil,
los calabozos de la comisaría, incluso las aulas de la Universidad.
Este contraste puede apreciarse también en la banda sonora del
filme, donde alternan los cuplés románticos o picantes (utilizados,
de forma muy inteligente por el director, como soporte del retrato irónico
de la hipocresía franquista), con temas emblemáticos del
pop de los años 60, los cuales componen el fondo sonoro de algunas
secuencias emocionantes y especialmente bien logradas: el partido de fútbol
playero (a los sones del Preghero de Adriano Celentano), la secuencia
del baile en el guateque nocturno del chalet o la actuación, en
la secuencia final de la película, del cuarteto Plusvalía,
cuyo improbable nombre artístico constituye una elegante metáfora
que expresa la frustración de las ansias de libertad de los personajes
y su reducción a un ámbito casi exclusivamente simbólico.
He
hecho referencia al desenlace agridulce de la película, el cual
merece un análisis un poco más detallado. El tono de alegre
transgresión que impera a lo largo del filme se ve limitado en
las secuencias finales por la aceptación, aunque sea a regañadientes,
de los convencionalismos derivados de las diferencias de clase social.
En efecto, el espíritu rebelde que encarnan estudiantes, prostitutas
y hasta la discreta Rocío no culmina en una ruptura drástica,
sino que concluye con una serie de soluciones pragmáticas y acomodaticias
(que no desvelaremos, pero que son fáciles de adivinar), tal vez
irritantes para ciertos espectadores, aunque en todo caso muy acordes
con las circunstancias históricas y sociales de la época.
Los episodios de rebeldía juvenil en torno a los cuales se construye
la película aparecen, por tanto, como excepción, hermosa
y al mismo tiempo irrecuperable, de las trayectorias vitales de los personajes.
Y aquí reside justamente el poder de convicción y la sinceridad
de la mirada nostálgica que propone el director5,
pues, lejos de cualquier discurso moralista o panfletario, uno y otra
se asientan en la singularidad de la experiencia biográfica y en
su carácter excepcional y no plenamente culminado. A este respecto,
resulta muy significativo el diálogo final entre los personajes
que encarnan Eloy Azorín y Emma Suárez; cuando ésta,
en el andén de la estación del ferrocarril, le pregunta “¿Y qué vas a hacer ahora?”, aquél responde:
“Recordarte”. La rebeldía juvenil, en cualquier caso,
no se desvanece del todo, si bien queda restringida a un estrato humorístico,
irónico y, significativamente, nada burgués: las coristas,
una vez liberadas de la tiranía de Maruja de Montijo, fundan el
cuarteto vocal Plusvalía, herencia un tanto confusa del
incipiente compromiso político que les fue legado por los estudiantes.
Tal
vez los espectadores nos sintamos algo melancólicos por no ver
culminados los anhelos de libertad y las diferentes historias de amor
que confluyen en el argumento. Sin embargo, no podemos quejarnos: Chávarri
suspende nuestra incredulidad durante cien minutos que se nos hacen brevísimos,
durante los cuales volvemos al tiempo en que todos los sueños y
deseos parecían posibles. Su película, llena de detalles
humorísticos de gran clase —hay que recordar secuencias como aquella
en que Ramón llena el papel de cartas con dibujos de llaves, que
reflejan su obsesión erótica, o escenas en las que personajes
ajenos a la trama “se cuelan” en el encuadre, como la del marinero
que hace el pino a la entrada del Pay-Pay, o la del cantaor tocando palmas
en el calabozo, mientras los estudiantes esperan el interrogatorio— arranca
continuamente la sonrisa, y en ocasiones el entusiasmo, de los espectadores.
Y con tales méritos, estamos dispuestos a olvidarnos de algunos
pecadillos impropios de un filme cuya factura técnica es, en líneas
generales, de gran calidad6:
la sincronización deficiente entre la música y el movimiento
de los labios en los números musicales de las coristas del Pay-Pay;
un sonido directo confuso en ciertas secuencias; situaciones poco nítidas,
como las que giran en torno al profesor de universidad y su paciente morfinómana,
cuya presencia en la trama es poco funcional; por último, una reconstrucción
de época que, en secuencias como las de la confesión pública
en las calles gaditanas, se me antoja un poco acartonada.
Notas
1. Un defecto en el que en mi opinión
incurre You're The One, de José Luis Garci (muy interesante,
en cualquier caso), la cual compite con Besos para todos en la
categoría de mejor dirección de los Premios Goya correspondientes
al año 2000. Véanse, a este respecto, las reflexiones que
propone Antonio Elorza en su artículo “La infracción
al orden”, El País,
22 de enero de 2001, pp. 13-14.
«
2. Se ha subrayado hasta la exageración
(recuerdo, por ejemplo, la insistencia con que el inefable Máximo
Pradera trató este aspecto en la entrevista que hizo en Lo Más
Plus a Emma Suárez y Eloy Azorín) la capacidad de la
actriz protagonista para ponerse en la piel de una corista procaz y deslenguada,
que se rasca el sobaco, dice tacos y practica audaces juegos amatorios.
No creo que estas habilidades den la mejor medida del talento de una actriz,
pero es que además el papel que encarna Emma Suárez está
bastante alejado de cualquier estereotipo naturalista. Por otra parte,
su composición no destaca precisamente por el desgarro o la vehemencia;
para mí que Emma Suárez no consigue (o no quiere) desprenderse
de ese aspecto característico de señorita “bien” que ha llevado a la pantalla en varias ocasiones anteriores; sigue siendo
una chica fina y elegante (véase la fotografía de la derecha
y dígase si parece una ex-prostituta) incluso en papeles como el
que aquí representa. «
3. La Academia de las Artes y las Ciencias
Cinematográficas de España ha sabido reconocer estos méritos
con una nominación para el Goya a la mejor actriz revelación,
en su XV edición correspondiente al año 2000. No he visto
las películas que compiten con Besos para todos en esta
categoría(tampoco vi en su momento los episodios de la serie televisiva
Al salir de clase, donde la actriz veló sus primeras armas),
pero creo que Pilar López de Ayala debería llevarse el gato
al agua. Y está claro que nuestro modesto star-system lo
tiene muy claro, a juzgar por la trayectoria de la chica, que está
encadenando magníficos papeles: el último, el de la reina
Juana la Loca en Locura de amor, la última película
del gran Vicente Aranda [No se cumplieron mis deseos, qué pena.
No obstante, ha pasado el tiempo y se ha hecho justicia. Pilar no se llevó
el Goya, pero estoy seguro de que ya habrá olvidado su decepción,
a tenor de la merecidísima Concha de Plata otorgada por el festival
de San Sebastián de 2001 a su deslumbrante actuación en
Juana la Loca]. «
4. La valoración de la amistad
juvenil y el planteamiento vitalista de la película nos permiten
ponerla en relación con algunas películas españolas
recientes, como El año de las luces (1986), Belle époque
(1992) o Los años bárbaros (1998). Incluso cabe detectar
ciertos puntos de contacto con películas extranjeras que tocan
temas semejantes (pienso, por ejemplo, en Círculo de amigos
(1995) y el motivo del embarazo no deseado). «
5. Este regusto agridulce me trae a
la memoria El club de los poetas muertos (1989), otra película
de temática juvenil y estudiantil donde también se plantea
la alternativa entre la fidelidad a la propia conciencia y la aceptación
de las convenciones sociales. Aparentemente, la película de Peter
Weir resulta más rompedora y polémica que la de Chávarri,
pero por otra parte el director español es más respetuoso
con sus personajes que el australiano, cuyo filme tiene un desenlace truculento
y un tufillo moralista que a mí siempre me han incomodado (mucho
más aún desde que soy profesor de Secundaria, he de admitirlo).
«
6. Y así ha sido reconocido
por el mundillo cinematográfico, pues la película de Jaime
Chávarri ha sido seleccionada para seis categorías de los
premios Goya: mejor dirección, mejor actriz de reparto (Chusa Barbero),
el ya mencionado a la mejor actriz revelación, mejor dirección
artística (Fernando Sáenz y Ulía Loureiro), mejor
diseño de vestuario (Pedro Moreno) y mejor maquillaje o/y peluquería
(Romana González y Josefa Morales). «
Para saber más
Quien desee conocer más detalles sobre la película, su director,
sus intérpretes y hasta su banda sonora, puede consultar
las siguientes fuentes de información:
- Sede
web oficial de la película, muy bien realizada y con un rico
material gráfico (de aquí proceden las fotos que se incluyen
en esta página; pido disculpas de antemano por tan injustificable
saqueo).
- Fotografías
de la película, que reproducen las de la sede web oficial.
- Pilar
López de Ayala, una web no oficial, creada por Israel Nava;
imprescindible para conocer a fondo a esta bellísima actriz (gracias,
Israel, por hacerme llegar el enlace).
- Filmoguía:
una de las mejores web sobre el cine español, con más
de 21.000 películas comentadas. Su único defecto es que
sus referencias están algo desfasadas.
- La Academia de
las Artes y las Ciencias Cinematográficas tiene su propia
sede web, donde se ofrece amplia información sobre los premios
Goya; también se puede consultar Engoyados,
con gran cantidad de datos sobre la historia de estos premios. Y para
enterarse de todo lo relacionado con la decimoquinta edición
de los Goya, nada mejor que buscar por entre las secciones correspondientes
de tres grandes portales españoles: Desconecta.com,
Inicia,
y Terra.
Última actualización de la página:
6-12-2005
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