El paroxismo de los efectos especiales:
La amenaza fantasma, de George Lucas

Cartel anunciador de la películaA principios del mes de abril de 1999 se editó en vídeo La amenaza fantasma, hasta ahora cuarta entrega de la saga cinematográfica concebida por el director norteamericano George Lucas, tras La guerra de las galaxias (1977), El imperio contraataca (1980) y El retorno del Jedi (1983). Como casi todo el mundo sabe, La amenaza fantasma es, por orden cronológico, el primero de los seis episodios previstos por la fértil imaginación de Lucas (los episodios II y III se estrenarán en 2002 y 2005, respectivamente), dado que los hechos que en ella se relatan son, de acuerdo con la cronología interna de la serie, anteriores a los de la película de 1977.

Gracias a la cinta de vídeo, los aficionados a la ciencia-ficción y al variopinto universo épico de Star Wars hemos tenido la oportunidad de analizar esta reciente película —el estreno en España tuvo lugar el 19 de agosto— con la tranquilidad y el sosiego de los que no dispusimos durante los meses en que fue proyectada en las pantallas de cine. Claro que los fans de los Jedi y de la Alianza Rebelde lo tenemos un poco difícil para formular un juicio ecuánime sobre esta nueva entrega, porque desde los ya lejanos días en que vimos la primera trilogía de La guerra de las galaxias hemos perdido gran parte de la inocencia, de la capacidad de fascinación y entusiasmo con las que seguimos las andanzas de Luke Skywalker, Darth Vader y Han Solo. Hoy, con algunas arrugas más y algo menos de pelo que entonces, ya no estamos tan dispuestos a creer en los milagros de la Fuerza, en la invulnerable determinación de la Alianza Rebelde contra el pérfido Imperio ni en la existencia de las extravagantes formas de vida que pueblan la República Galáctica.

La amenaza fantasma ha decepcionado a muchos de los fieles seguidores de la saga, ya es hora de decirlo. Puede que nos hayamos vuelto unos carrozas excesivamente escépticos, pero tenemos la sensación de que esta nueva película no alcanza la fuerza, consistencia y sentido épico de sus predecesoras. Quizás el aspecto donde se advierte con mayor claridad tal diferencia sea el tratamiento de los personajes, en general mucho menos convincentes y más pueriles que los de anteriores episodios, sin la intensidad y la dimensión arquetípica de figuras como las del archimalvado Darth Vader o el contrabandista Han Solo (y solo cito dos ejemplos). No se me oculta que la tendencia al infantilismo es un aspecto característico de todo el universo de La guerra de las galaxias, una saga aventurera en cuyo tema básico —el enfrentamiento entre el bien y el mal— subyace una simplificación destinada a complacer al público adolescente. Ahora bien, este presupuesto no puede obligarnos a aceptar la debilidad de La amenaza fantasma en cuanto al dibujo de sus principales protagonistas. Podríamos pasar por alto algún secundario insoportable —tal como el patoso y dicharachero Jar Jar Binks, personaje íntegramente creado por ordenador que ha merecido la nominación para el Premio Razzie de 1999, una especie de Oscar extraoficial, en la categoría de peor actor de reparto—, pero no que actores de carne y hueso tan acreditados como Liam Neeson y Ewan McGregor representen sus papeles de caballeros Jedi (el maestro Qui-Gon Jinn y su “padawan” o aprendiz, Obi-Wan Kenobi, respectivamente) con una falta de sintonía mutua, con una actitud tan hierática e inexpresiva que a menudo transmiten al espectador una incómoda sensación de inautenticidad y de ausencia de convicción.

Qui-Gon Jinn y Jar Jar BinksLa influencia de los cómics para adolescentes no sólo es perceptible en el enfoque infantiloide que preside muchos personajes, en la saturación de la pantalla con toda clase de bichos raros y en la preferencia por gestos, interjecciones y rasgos de humor propios de las cintas de dibujos animados, sino incluso en las líneas maestras del argumento de la película. De hecho, ninguno de los anteriores episodios de La guerra de las galaxias había llegado tan lejos como éste en su propuesta de elevar lo infantil —los dos personajes que dan sentido a la narración y prefiguran las futuras continuaciones son el niño esclavo Anakin Skywalker, futuro Lord Vader, y la adolescente Reina Amidala— a una categoría tan elevada de sabiduría y heroísmo. El guión llega a sugerir incluso una vaga simbología religiosa en la figura de Skywalker (hay una escena entre Qui-Gon y la madre de Anakin en la que ella insinúa algo así como la inmaculada concepción del niño), la cual sólo resulta creíble con un infinito esfuerzo de buena voluntad.

Afortunadamente, estos excesos se ven compensados en cierta medida por otros aspectos en los que percibimos una evolución de la serie hacia perspectivas más adultas y convincentes (por algún sitio he leído que George Lucas tiene intención de profundizar en este planteamiento de cara a los dos próximos episodios). En este sentido, cabe destacar que la película propone un tratamiento del conflicto entre el bien y el mal menos maniqueo, más “político”, con lo cual el inevitable enfrentamiento de sus respectivas fuerzas desborda el ámbito puramente bélico, propio de las tres entregas anteriores, y se enriquece con detalles más sutiles, en los que se adivinan resonancias de nuestro nada mítico universo. Así, por ejemplo, el imperialismo de la Federación de Comercio y sus estratagemas para limitar la soberanía del idílico planeta Naboo mediante la coacción y el recurso a ejércitos privados podría ser interpretado sin demasiado esfuerzo como un eco del poder de las empresas multinacionales en la globalizada economía actual, y no sólo como un símbolo genérico del Mal (o el lado oscuro de la Fuerza, si preferimos la terminología acuñada por la saga). Algo semejante podría decirse del significado que adquiere en la película la institución del Senado Imperial, controlada por burócratas ambiciosos que sólo difieren de los de nuestro mundo en el exótico vestuario o los rasgos alienígenas. Hasta la mística seudo religiosa de la Fuerza (para mí el componente ideológico más criticable de toda la serie) se complementa con explicaciones de signo biológico que, aun cuando no sean del todo afortunadas, le proporcionan al menos un enfoque más racional.

Los robots de la Federación de Comercio se despliegan para el combateEsa evolución alcanza incluso a la banda sonora, una vez más compuesta por el infatigable John Williams.  No faltan, desde luego, los temas dominados por el brillantísimo tono épico característico de la saga, como el desfile de las enseñas de los participantes en la carrera de vainas, que trae a la memoria la carrera de cuadrigas de Ben-Hur y la música que para tal ocasión escribió Miklós Rózsa, o el desembarco del ejército androide en las praderas de Naboo. Sin embargo, esta vez John Williams presenta una composición en el que predomina un tono sombrío o meditativo, con frecuentes muestras de un lirismo arrebatador, entre las cuales destaca el “Tema de Anakin”, con sus finales de frase evocadores de “La marcha imperial” y la figura de Darth Vader. Ese dramatismo sombrío y trágico es perceptible también en el vigoroso tema coral —el “Duelo de los Destinos”— que subraya la coreografía del duelo de espadas láser entre los caballeros Jedi y el diabólico Darth Maul, a mi entender una de las mejores secuencias del filme y, quizás también, el más logrado de sus episodios musicales.

Por otra parte, tanto el guión, elaborado por el propio George Lucas, como la puesta en escena han profundizado en los guiños cinematográficos ya presentes en los episodios anteriores, hasta transformarlos en homenajes explícitos. Nos fijaremos sólo en tres, curiosamente relacionados entre sí por su parentesco con el cine “de romanos”; ya hemos citado probablemente el más evidente —el de Ben-Hur—, pero podríamos señalar también la referencia a Espartaco, cuyas secuencias bélicas tienen su correspondencia en la batalla en que los nativos del planeta Naboo se enfrentan al ejército androide de la Federación de Comercio; o la cita de Cleopatra y su entrada triunfal en Roma, secuencia que se homenajea mediante el vistoso desfile con que termina La amenaza fantasma.

El diabólico Darth MaulEstos tres ejemplos lo son también del que probablemente sea el más indiscutible atractivo de la película, y acaso de toda la saga galáctica: la magnífica imaginación visual que inunda la retina de los espectadores con una serie inagotable de artefactos, naves espaciales (la de la Reina Amidala, con su elegancia y pureza de líneas, merecería por sí sola un Oscar), trajes y decorados (el espectador se queda con la boca abierta al contemplar el vastísimo interior del Senado de la República, o los exquisitos mármoles que decoran el palacio de la Reina Amidala). Pero si algo merece destacarse en este aspecto es la capacidad del equipo técnico del filme para hacer visible una variadísima gama de paisajes y escenarios: las caprichosas formaciones rocosas del árido Tatooine, entre las que se deslizan las rugientes vainas de carreras; la bellísima capital del planeta Naboo, paraíso de ríos y canales que parece haberse inspirado en los delirios de Coleridge en Kubla Khan; la ciudad subacuática de Otoh Gunga, con sus etéreas y delicadas estructuras translúcidas; el urbanismo hiperbólico del planeta Coruscant, hipnótica combinación del Trántor imaginado por Isaac Asimov y la Metrópolis de Fritz Lang.

La creación de la mayor parte de estos escenarios de ficción sólo ha sido posible gracias al uso intensivo de los últimos avances de la tecnología informática aplicada a la generación y tratamiento de imágenes sintéticas (la llamada infografía). De hecho, los expertos señalan que La amenaza fantasma representa, al igual que lo hizo en 1977 La guerra de las galaxias, un hito singular en el imparable desarrollo de efectos especiales cada vez más complejos y realistas. Por otro lado, los medios y técnicas infográficos incorporados a este filme abren la posibilidad de que en un próximo futuro tanto el rodaje como la distribución y proyección de las películas prescindan de su soporte físico actual —el celuloide—, y lo sustituyan por soportes exclusivamente digitales. Claro que la puesta en práctica de este auténtico festival de efectos especiales no está exenta de riesgos, y en tal sentido nos da la sensación de que los personajes “de carne y hueso” que protagonizan La amenaza fantasma no siempre consiguen transmitir sus emociones más allá del universo virtual que invade todos los planos de la cinta, lo que a menudo suscita en el espectador una incómoda sensación de frialdad y distanciamiento.

Sea como fuere, es más que probable que este reproche importe muy poco a la mayoría de los espectadores, que se entregan dócilmente a la propuesta cinematográfica del nuevo episodio de la saga de George Lucas desde el mismo momento en que surge en la pantalla la característica tipografía amarilla de la presentación. Casi veinticinco años después de su comienzo, esta nueva entrega de la serie galáctica demuestra que su capacidad para atraer hacia las salas de cine a nuevas generaciones de espectadores y satisfacer así su universal y legítima fascinación por la aventura permanece intacta. Lástima que este talento tan poco común corra el riesgo de quedar sepultado bajo el estrépito de una gigantesca campaña de promoción publicitaria que acaba convirtiendo a unos modernos héroes épicos en motivo decorativo de gorras, llaveros, camisetas y demás chismes inútiles.

Para saber más

Los lectores interesados en ilustrarse sobre esta película y la inolvidable saga galáctica a la que pertenece pueden consultar algunas fuentes de información:

  • http://www.starwars.com: sede oficial de Star Wars. Destaca por su cuidadísimo diseño, con toques futuristas muy bien logrados, y una información de gran interés para los aficionados (está en inglés).
  • http://www.imdb.com: la Internet Movie Data Base es una gigantesca base de datos sobre cine, en especial norteamericano, con una compleja estructura de enlaces que permite averiguar toda clase de informaciones sobre la película (está en inglés, aunque parte de la sede se halla en proceso de traducción al castellano).
  • BROOKS, Terry, Star Wars episodio I. La amenaza fantasma, Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1999. Esta novela es en realidad una versión literaria del guión escrito por George Lucas y por ello no aporta novedades de interés para los aficionados a la serie. No obstante, algunos aspectos del argumento quedan algo más claros tras leerla.
  • Ediciones B ha publicado una serie de libros de gran formato con magníficas ilustraciones que detallan todo el complejo universo de personajes, artefactos y máquinas que aparecen en la serie. Entre ellos destacan los volúmenes elaborados por David West Reynolds, Hans Jenssen y Richard Chasemore Star Wars. La guerra de las galaxias y Star Wars. Episodio I—, que incluyen preciosas vistas en sección de los vehículos y naves que intervienen en las cuatro películas de la saga.

Esta reseña ha sido publicada en Egavista, revista escolar del I.E.S. “Ega”, de San Adrián (Navarra), 8, junio 2000, pp. 14-17.


Eduardo-Martín Larequi García

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Última actualización de la página: 6-12-2005

 

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